El ruidereño destacó en una becerrada manejable y noble de Victor y Marín donde “El Candela” y Victor Ribelles le acompañaron a hombros. Oreja para el debutante de luces, Rubén Muñoz.
Cuando la ocasión lo requiere, demandamos comprensión con los toreros en formación, por parte de los aficionados, ya que quizá acuden a estos festejos en ocasiones, con un rasero inapropiado. Y para muestra, el festejo de este sábado en Cinco Casas, donde cuatro chavales en pleno desarrollo físico, mental, moral, humano, ético y taurino, se ponían delante de animales marcados con el hierro de Víctor y Marín.
De los pupilos de la divisa rojinegra cabe destacar el comportamiento manejable en líneas generales. Se dejó mucho la becerrada, donde primero y tercero ofrecieron mayores argumentos, y a segundo y cuarto les costaría más aquello de romper hacia delante con entrega.
Adrián Reinosa destacó con el colorado tercero, que tuvo franqueza en sus embestidas, y las cuales Reinosa aprovecharía con mucha disposición y arrojo, baluartes más que óptimos a destacar en un novillero sin caballos. Meció el capote con intenciones de enganchar adelante y llevar embebido al animal y con la muleta dejó los mejores momentos de la tarde. Con el pecho por delante, citó por el palo del clasicismo, ese que pone de acuerdo a la parroquia y surgió la profundidad del toreo al natural, y por ende la belleza, y por ende las ovaciones más puras y rotundas de la tarde. Brindó su becerro al taurino Antonio Alegre «Clavileño», organizador del festejo.
Que “El Candela” puso voluntad no lo dudo, que Rubén Muñoz puso voluntad, no lo dudo, y que Victor Ribelles puso voluntad, no me cabe duda, pero para tirar tabiques en esta profesión hacen falta diferentes y valiosas virtudes. Los primeros tabiques que estos chicos encuentran, quizá sean los relacionados con hacerse notar, causar sensación y que las oportunidades se traduzcan en nuevas oportunidades y con ello se establezca un crecimiento y evolución real. Para ello son convenientes que se vislumbren aptitudes naturales con las que el torero, a pesar de su lógica falta de oficio y corta experiencia, transmita al aficionado diferentes matices de interés. Y no solo aptitudes, sino también actitudes, que “por lo civil o por lo criminal” un becerrista debe poseer. Con esto, dejo resumido lo que pude apreciar en Muñoz, Candela y Ribelles, deseando por otro lado, que, en próximas ocasiones, podamos apreciar en ellos una evolución tremenda.
La cercanía de los alumnos de las escuelas próximas, con la vacada de Víctor y Marín, hizo que los chavales invitaran a pasear los trofeos al mayoral Ignacio Sánchez, picador de toros recientemente retirado e hijo de D. Dionisio Sánchez, vaquero y mayoral de la divisa fernanduca, fallecido hace unas semanas, a los cuales quisieron rendir homenaje de esta manera tan respetuosa y clásica, en algunos de los numerosos valores fundamentales que aporta la tauromaquia.
Plaza de Toros de Cinco Casas. Un cuarto de plaza. Tarde de calor agradable.
Se lidiaron becerros de Víctor y Marín, manejables y nobles en líneas generales, destacando la franqueza y ritmo del buen tercero al que se le dio la vuelta al ruedo.
Rubén Muñoz, de tabaco y oro: Oreja
“El Candela” de berenjena y azabache: Dos orejas
Adrián Reinosa, de rosa palo y oro: Dos orejas.
Víctor Ribelles, de grana y oro: Dos orejas.
Crónica: Víctor Dorado Prado
Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares