Una vez efectuado el curvo paseíllo, la tarde la abrió “Morisqueto” con el número 15 y con el hierro de la ganadería levantina de Daniel Ramos, para que Carlos Aranda diera comienzo a su temporada 2.021vestido con el mismo terno (grana y oro) con el que paseó esa oreja venteña del ya lejano agosto del 19, la cual colocó al daimieleño en la rampa de despegue hacia una alternativa, que hoy puso de manifiesto con su madura actuación.
Aranda ejecutó de manera templada los lances a la verónica de recibo, abrochando el saludo con una bonita media. Cuidó las alturas Juan Carlos Ruiz en la brega, por aquello de la justeza de fuerzas y el buen aire del “torito”.
Sobó de inicio el trasteo con el objetivo de encontrar el buen ritmo del animal, entendiéndolo fenomenal con la zurda. Hubo naturales bellos, encajados y profundos, como también mayestáticos y solemnes a pies juntos, dando el pecho. Se fue muy derecho tras el acero, enterrando la espada hasta la gamuza, llevando pronto a tierra al bueno de “Morisqueto”. Dos orejas “del tirón al estilo Matías” por parte del palco presidencial.
Ante el cuarto, el daimieleño se encontró con un novillo más intermitente en su condición, más bajito de motor, pero con chispazos de buena clase, aprovechados en mayor medida por Aranda en las postrimerías de su faena. La espada le restó éxito numérico, que quizá hoy no era lo más importante. Lo verdaderamente destacado son las sensaciones transmitidas, de torero que se va cociendo a fuego lento de cara al escalafón superior. Prueba de ello, fue la llamada que este medio pudo conocer en primicia durante el festejo, por parte de la comisión organizadora de la localidad francesa de Roquefort, la cual confirma la presencia del novillero daimieleño en dicha feria agosteña.
Rocío Romero se las vio en el primer capítulo de su actuación con el castaño “Travieso” el cual haría honor a su nombre por la informalidad ofrecida durante su lidia, dificultando a los de plata con los palos y a la propia Romero con la espada. Aun así, extrajo naturales de buena nota a modo espejismo, dentro de una labor en la que la cordobesa no se llegó a encontrar. Escuchó dos avisos debido a las dificultades que presentó el animal en la fase final de su lidia. Ante el segundo de su lote, Romero acusó en gran medida una falta de rodaje lógica por otra parte, ya que se trata de una novillera en las primeras fases de evolución. De nuevo escuchó dos avisos.
En tercer lugar, salió “Escapista” con el 32 en su recto y buen conformado dorso. “Cornifeo” pero con una gran condición de nobleza, movilidad y clase en su manera de embestir. Se oye a menudo entre los profesionales, que los animales con procedencia “Daniel Ruiz” que lucen esta conformación de pitones, llamados “pitorritos” suelen ofrecer un buen comportamiento durante su lidia, y “Escapista” estuvo a la altura de dicha expectativa.
Diego García optó por la vistosidad, el papel de novillero dispuesto, variado en las suertes y animoso hacia la conexión con el tendido. “Escapista” regaló clase en su manera de embestir y el madrileño respondió a dicho “regalo” por otro palo de los muchos que contiene esta riqueza del arte de torear y que, si lo trasladamos al flamenco, el novillo fue una soleá de Camarón y el novillero quiso ser una rumbita de Raya Real; difícil conjunción.
La lidia del sexto tuvo brillantez por parte de Mario Campillo con el capote y “El Ruso” quien banderilleó de manera formidable por ambos pitones. Después el novillero madrileño anduvo más impulsivo que otra cosa, amontonado por el ímpetu que a veces hay que modular. En un gran porcentaje de ocasiones suele funcionar aquello de dejar asentadas las zapatillas y ponerse a torear. Quizá encontrar ese difícil equilibrio en el cual combinen el ímpetu del novillero y el torear bien está “la madre del cordero” o “el quid de la cuestión”. Seguro que Diego García se deja el alma por encontrar dicho punto de equilibrio en su carrera.
¡Qué fácil decirlo! ¿verdad? Pues sí, pero esta profesión como muchas otras, nadie dijo que fuera fácil, además, esta de llegar a ser figura del toreo es especialmente difícil, es más, ¡resulta casi un milagro!
Plaza de Toros de Ossa de Montiel. 3ª categoría. Tarde soleada “marceña” que terminó con el lógico frio primaveral de la fecha.
Se lidiaron novillos de Daniel Ramos, con presencia y cuajo para una plaza quizá de mayor entidad. Destacaron los tres primeros, por nobleza y obediencia, destacando el tercero como el mejor del encierro. En líneas generales, colaboradores con los novilleros, cumplidores en el caballo y muy justitos de transmisión (raza) en el último tercio.
Carlos Aranda, de grana y oro: Dos orejas y ovación.
Rocio Romero, de turquesa y azabache: Palmas en ambos.
Diego Garcia, de rosa y oro: Oreja y oreja.
Crónica: Víctor Dorado Prado.
Fotografías: Manuel del Moral Manzanares