Ante una deslucida corrida de Las Monjas, El Fandi desoreja a su lote, El Cid al quinto y Aníbal Ruiz tocó pelo del cuarto.
La plaza de toros de Bolaños volvió a resurgir tras una travesía de infortunios, suspensiones, contratiempos meteorológicos y algún que otro devenir empresarial que ya es mejor ni recordar, o quizá si, para que no se vuelva a repetir. Quizá empresarios como Nacho Lloret sean los que deben ser depositarios de la confianza por parte de la administración, ya que la fiesta atraviesa un momento dulce de nueva afluencia y jóvenes aficionados a los que estas empresas con visión, estructura y modernización saben tratar, comunicar y entender… vital en los tiempos que corren.
En los tendidos una bonita media entrada, teniendo en cuenta que el festejo sale de los días oficiales de feria en honor al Cristo de la Columna, y que el viernes no deja de ser un día laborable. Sonó imponente el pasodoble a “Calatraveño” para que se trenzara un paseíllo curvo por el apretado ruedo, pasados casi quince minutos de la hora inicial, las cosas del directo, los accesos angostos y las dificultades del: ¡oiga esas barreras del 102 y 103 son las mías…! No faltó ni una nevera a la cita…
Por los toriles fueron desfilando seis pintureros toros de Las Monjas, conforme “Los Pelucos” fueron dando fiesta a los cerrojos de cada puerta, esas que miman con esmero desde los años sesenta los Cándidos Arandas, hoy ya con el debut en plaza de su tercera generación. Esas intrahistorias y relaciones bonitas de la gente de bien con las plazas de toros de mi Españita.
La corrida fue bonita y apretada, con las caras propicias para cualquier envite, pero con un desarrollo muy deslucido, con la calidad en las embestidas un tanto marchita, y sobre todo faltos de ritmo y en definitiva de entrega. Los tres primeros tuvieron mejor fondo de nobleza quizá y los tres últimos tradujeron su falta de condición hacia la aspereza del genio.
Aníbal Ruiz regresó con el vestido de luces, aquejado de una lesión días antes en el campo, la cual le pasó factura de manera ostensible durante la lidia. Se apreció hasta la molestia del chalequillo del bonito terno, por la lesión en dos costillas fracturadas con las que hizo el paseíllo y el esfuerzo durante toda la tarde. Con su primero anduvo animoso con el capote, saliéndose a los medios por verónicas y delantales para soltar el percal de una mano en la boca de riego mirando al respetable. Después volvió a quitar a la verónica, más asentado, y donde empezó a salir aburriéndose con la cara alta “Reyezuelo”. En la franela hubo derechazos ligados y diría que, robados por el sometimiento de Aníbal, que buscó las vueltas y la manera de estructurar faena con el animal muy a menos. El acero no viajó por la ruta correcta, y se diluyó el posible apéndice con el que hubiera conseguido salir a hombros.
Al cuarto le arrancó una oreja a base de sobarlo, esperarlo, aguantar las raras reacciones querenciosas, lo deslucido de su mansedumbre, e inventándose un trasteo que por el esfuerzo y el tesón agradeció el público. La media estocada en buen sitio hizo caer al pregonado y Ramírez lo despenó de un sensacional puntillazo. Oreja.
El Cid mostró ante su primero sus capacidades lidiadoras ya de inicio, dejando varios lances a la verónica de sensacional factura, cumbre la que antecedió al remate. Espartaco le puso la vara medida al de Las Monjas y tras coger la muleta se dirigió el de Salteras a los medios para brindar al público de Bolaños y a su torero más insigne, Jose Ruiz Baos “Calatraveño” elevando la montera al cielo y dejándola en manos de su amigo y compañero nuestro de la información taurina Ignacio Rubio.
Con el toro anduvo medidor El Cid en lo que se refiere a los tiempos y pausas necesarios previos a apretarle, costaba de inicio reducirlo, aquello era más acompañar y llevar que otra cosa. Hasta que atemperó los ritmos el de Las Monjas y entonces le ligó unos cuantos con la izquierda, que sin ser los naturales excelsos de El Cid, fueron precisos y lo más limpios posibles ante “Cantaor”. El acero volvió a ser el de las grandes tardes en Madrid de El Cid, esas en las que el destino quería encontrar hueso de manera cruel. Escuchó una ovación desde el tercio.
El quinto fue el más descompuesto de todos, quizá en parte tuvo que ver el paso por el caballo, quedándose prácticamente sin picar al caer la puya enhebrada en la piel, sin quizá ahormar lo suficiente. Aun así aquello resultaría caótico, con la cara por un lado, el cuerpo por otro, rebrincado, verdaderamente descompuesta la embestida. El sevillano trajinó y anduvo como pudo por allí con el oficio que le caracteriza y a pesar de todo, el buen trato que siempre les da a los animales. El estoconazo al rincón lo llevó pronto a tierra y el público junto al palco hicieron los honores amables del doble trofeo.
El Fandi con Bolaños encontró esa senda de triunfo que ya es esencia del granadino con los públicos más animosos y folclóricos en su concepto y criterio al presenciar una tarde de toros, tan respetable como lícito y diría que, en ocasiones tan necesario, porque se divierten y lo celebran con entusiasmo.
A ambos toros los recibió de rodillas y con varias largas cambiadas, recetó chicuelinas por doquier, y como no, apretó en su valor más rotundo, demostrando que a pesar de los años (44 de edad y 25 como matador de toros) las piernas y la cabeza siguen siendo los motores de un gobierno y un dominio de terrenos abrumador. Con el tercero jugó e hizo lo que quiso y el sexto le concedió menos opciones, en ambos puso a la parroquia bolañega de acuerdo.
Con la muleta el granadino se paseó por el decálogo de los adornos, los martinetes, los pases de recurso, los trajines muleteros que hacen llenar la escena del asunto. La gente con El Fandi, El Fandi con la gente, las espadas certeras y efectivas y Bolaños pidiéndole las orejas. Al tercero dos orejas y al sexto otras dos, gracias al fallo del tiro de arrastre con el que ganó tiempo para que la petición presionara a un palco presidencial a favor de obra.
Todos contentos, El Cid y El Fandi a hombros, “El Blonda” de testigo en el ruedo, las neveras vacías y unos cuantos días de feria por delante con el buen bajío de que en Bolaños volvieron los toros a su coso de Jose Ruiz Baos “Calatraveño” que en Gloria esté.
Crónica: Víctor Dorado Prado
Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares
Ficha del festejo
Viernes, 12 de septiembre del 2025. Plaza de Toros de Bolaños (Coso de Jose Ruiz Baos “Calatraveño”) Media entrada en tarde calurosa.
Se lidiaron toros de Las Monjas, correctos de presencia y deslucidos en su comportamiento, faltos de ritmo y condición.
Aníbal Ruiz, de blanco roto y oro: Silencio y oreja.
El Cid, de tabaco y oro: ovación desde el tercio y dos orejas.
El Fandi, de coral y oro con los cabos negros: dos orejas y dos orejas.
El Cid y El Fandi salieron a hombros por la puerta grande.

















































Prohibida la reproducción total o parcial de cualquier fotografía sin autorización fIrmada del autor © Manuel del Moral.
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