Con un buen ambiente en los tendidos de la amplia plaza portátil de la localidad teresiana, daba comienzo a esa hora tan taurina que son las cinco de la tarde un festival donde se han lidiado erales de Mollalta, muy bien presentados, algo desiguales de hechuras, entre los que sobresalió el tercero, de excepcional comportamiento, embistiendo profundo y entregado en los engaños de principio a fin y al que se le dio la vuelta al ruedo.
Canales Rivera tuvo en su primero a un coloradito que pareció rajarse en los comienzos y que tras los palos y a solas con el torero sacó cierta nobleza permitiendo estar delante de él. De hecho por ambos pitones logró Canales confiarlo y romperlo hacia delante hasta que apareció la brusquedad al sentirse podido y acusar esa condición de mansito que mostró de salida. Con el cuarto tuvo Canales oportunidad de jugar a eso de encontrar las alturas a los animales, ya que el de Mollalta, fuerte y serio para su edad, embestía con la cara alta debido a su conformación morfológica, algo cuesta arriba. Sin embargo y a base de oficio logró conseguir varios muletazos cuando el entendimiento de altura de los engaños y de la embestida se compenetraban. Buena estocada con un toque seco abajo para enseñarle la muerte y un certero golpe con el verduguillo para cortarle el rabo.
El hijo del maestro Luis Francisco Esplá no tuvo la confianza necesaria con el comportamiento del negrito segundo de Mollalta que lució tranco y movilidad. Apretó a los subalternos por el lado derecho requiriendo hacerle las cosas bien. En la muleta se vio falta de confianza para enganchar adelante y tirar de el hasta atrás y el toreo demasiado al hilo del pitón hacia crecer el sentido del eral, que de tonto no tenía un pelo. El colorado feote de cara que hizo quinto se descompuso mucho en banderillas y tuvo el defecto de no parar entre tanda y tanda, en esa molesta codicia que descentra a los toreros y no deja construir y dar pausas. Al eral le faltaron finales y al torero le faltaban mejores comienzos para dominar y fijar las acometidas del codicioso Mollalta. Cuatro orejas y un rabo para Alejandro Esplá en su balance y una excesiva vuelta al ruedo a este quinto de la tarde.
El novillero local Jonathan Anaya tuvo en su lote material para torear antes sus paisanos y demostrar que Malagón puede tener un torero. En el primero tuvo “esas benditas complicaciones de la bravura” ante el excepcional tercero, y en su segundo un animal colaborador con el que se vio desbordado. Al primero de su lote le hicieron las cosas bien desde el percal de Manolo Castellanos y Anaya consiguió varias tandas de trazo largo y muy ligadas que calaron hondo en los paisanos. Quizá faltaron pausas y espacios entre muletazo y muletazo para aprovechar al máximo la calidad del animal, pero claro, es justo resaltar el poco rodaje del novillero y la falta de tantos conocimientos técnicos que hay que tener para poderle a un animal encastado como este. Con el último de la tarde al que se lidió de manera pésima, Jonathan no consiguió acoplarse en ningún momento, pasando un trago amargo con los aceros, donde contó con el apoyo y la ayuda de los dos compañeros de cartel en un gran gesto de cariño y compañerismo torero.
Crónica: Víctor Dorado Prado
Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares
Plaza de Toros de Malagón. Media entrada en los tendidos. Tarde en la que picaba el sol.
Se lidiaron erales de Mollalta, bien presentados, variados de hechuras y comportamiento, de buen juego en líneas generales, destacando el bravo tercero al que se le dio una merecida vuelta al ruedo, al igual que el quinto.
Canales Rivera: Dos orejas y dos orejas y rabo
Alejandro Esplá: Dos orejas y dos orejas y rabo
Jonathan Anaya: Oreja y oreja.