Sin apenas tiempo para la conversación en el viaje, se hace presente el embalse de Gasset, castigado por este récord de días sin lluvia (71) que atraviesa Ciudad Real y su comarca más cercana; se hace recta la carretera hacia Las Peralosas y la rastrojera del mes de julio toma el protagonismo del paisaje. Las vacas de vientre comienzan a dejarse ver a la izquierda, poco antes de tomar la desviación hacia Picón, donde el viejo vallado y los grandes eucaliptos, nos regalan ese sabor único a campo bravo que tiene la finca “Pinos Bajos” del hierro ganadero de Víctor y Marín.
Dos jornadas de tentadero, vespertina el sábado y mañanera el domingo; huele a la tierra batida y recién regada del ruedo de la plaza de tientas. Recibimos la amabilidad de Felipe Lasanta y su familia, a quienes agradecemos la invitación. El caballo de picar prácticamente vestido a falta de los últimos detalles que requiere, para la protección del animal. En la tarde del sábado, fueron Aníbal Ruíz y Carlos Aranda los encargados de tentar las cinco vacas apartadas por el ganadero. Las hubo de diferente condición, pero todas ellas ofrecieron matices interesantes para comprobar que el estado de esta ganadería es realmente bueno y óptimo para que se le ofrezcan más oportunidades de lidiar. La procedencia actual (Carlos Núñez, por la vía de Gabriel Rojas) se deja ver en el comportamiento de los animales, yendo a más y con un puntito de raza ideal, ya que provoca importancia en todo lo que se les hace.
Se las vio con la primera vaca, Aníbal Ruíz, en un estado de forma brutal, más afilado que nunca me atrevería a decir, muy metido en el tentadero durante toda la tarde, en sus vacas y en las de su compañero, muy capaz a la hora de resolver y dejando detalles con mucho gusto en cada remate o acción, ¡ojo con el triunfador de la pasada feria de la Virgen del Prado de Ciudad Real!. Carlos Aranda anduvo muy bien con sus eralas, el daimieleño va teniendo inercia de matador de toros, por edad y capacidad ante los animales, hay que dar el salto.
En la mañana del domingo volvimos a la cola del pantano de Gasset para de nuevo disfrutar de este laboratorio y banco de pruebas que supone un tentadero de hembras en una ganadería. Desde que la vaca pisa el ruedo es analizada minuciosamente por los ganaderos y el mayoral, que en este caso es el picador Ignacio Sánchez, quien echó la vara con la maestría y oficio que acostumbra. La fijeza, la prontitud, el tranco, el ritmo, la calidad y un sinfín de matices son transportados a esa libreta sobre la que Felipe Lasanta toma las notas correspondientes para seleccionar las que serán las madres de la ganadería.
El turno este domingo fue para Curro Díaz, torero muy de la casa, al que da gusto ver con las vacas. ¡Silencio, se torea! Hasta pareció hacerse el silencio en la hoja de los inmensos eucaliptos, cuando el torero de Linares se hizo presente en el ruedo. Qué manera de torear con las yemas, de buscar rápido la solución a las dificultades de la bravura, para después componer con la figura verdaderos carteles de toros. Encajado, asentado, demostrando estar a gusto, sin brusquedad en los cites, no hay una mala voz, solo se oye de torear…
Jorge Molina, de Torrijos, se encuentra aún en el escalafón inferior y tuvo ocasión de tentar otras dos eralas interesantes, a las que había que llevar muy toreadas, embebidas y con la ligazón necesaria, para que no encontraran los huecos donde surgen los problemas para el que está delante.
En la tapia hubo chavales que demostraron valor, arrojo y ganas de ser toreros. Guillermo Soto, José Conde y Christian González. También hubo grandes toreros de plata como Manolo Castellanos, Valentín Cuevas, Oscar Castellanos y José Manuel Más, todos ellos demostrando oficio en sus capotes, para aportar sus conocimientos a los trazos de las embestidas hacia sus matadores y para el buen transcurso del propio tentadero.
Ojalá que los viejos eucaliptales sean pronto testigos de cómo se embarca una corrida de toros para su lidia, en alguna plaza de toros de nuestra tierra, digna de recibir a una divisa, que es santo y seña de nuestro campo bravo.
Texto: Víctor Dorado Prado
Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares