Eugenio de Mora, Curro Díaz, Jesús Mejías y el mayoral de Las Monjas, salen a hombros del coso centenario de Torralba de Calatrava.
Con el chispazo madridista del titular, pretendo relacionar la profesionalidad de los veteranos y la disposición de los noveles, con una profesión la del toro, donde tardes como la de hoy en Torralba, los triunfos llegan por la senda del esfuerzo y el oficio en el caso de Eugenio y Curro, y por la vía de la disposición por parte del toricantano.
Volvió el toro a Torralba tras unos años, donde las novilladas picadas se sucedieron con buena tendencia, gracias al trabajo de Luis Pérez, al frente de la empresa Guadiana Espectáculos Taurinos. Rozó el lleno del aforo permitido el bonito y señero coso torralbeño donde sonó el himno nacional al término del paseíllo.
La corrida del hierro sevillano de “Las Monjas” tuvo desigualdad de hechuras, con animales de distinto registro, tanto en el morfológico como en el que atañe a sus comportamientos. Saltaron toros con varios peldaños por encima del trapío que encaja en Torralba, aunque para el aficionado, esto de ver toros tan serios en plazas de tercera, se esté convirtiendo en algo normal, cuando en realidad se trata de una situación totalmente circunstancial. En líneas generales, una corrida a la que le faltó contenido de bravura, fondo y clase. Sorprendente cuanto menos, la salida a hombros totalmente excesiva del mayoral de la ganadería.
El toledano Jesus Mejías tomó la alternativa con un primer toro que a la postre resultaría de los más interesantes, aunque hiciera varios amagos en los finales de faena de echar la persiana. En los primeros tercios galopó en banderillas con alegría y lo hizo bien en el percal de Mejías y su cuadrilla. La ceremonia mostró a un chaval de blanco y plata que hoy comenzaba su andadura, ante dos reconocidos profesionales y matadores de toros que suman 48 años de alternativa, ya que el próximo año, Dios mediante, cumplirán las bodas de plata en sendas carreras marcadas por la dignidad y honradez del toledano Eugenio de Mora y el jienense Curro Díaz respectivamente.
Mejías buscó la embestida del animal por el lado derecho, intentando ligar las series, encontrándose con dificultades al tocarle la franela, hecho que violentaba la embestida del de Las Monjas. El asunto de resolver asperezas y dificultades que tantas veces analizamos cuando alabamos los matices técnicos del temple, las alturas, los toques a tiempo, los sitios, las distancias, se evidencian cuando un recién empezado en esto como Mejías, hace el esfuerzo con total disposición, pero no encuentra (de manera lógica salvo muy raras excepciones) los ajustes, la reunión, la entrega de las embestidas, y aquello resulta deslavazado. Aun así, el toledano obtuvo un trofeo de este primero tras tres pinchazos y una estocada en buen sitio. Dos amables orejas obtendrían del sexto, muy feote de hechuras, muy cuesta arriba, con el que Mejías anduvo muy voluntarioso.
El padrino de la alternativa, Eugenio de Mora, sacó a relucir el oficio, la profesionalidad y la capacidad técnica que posee el toledano ante un lote dispar. El áspero castaño que lució un remate musculado tremendo, desarrolló aspereza, bien resuelta por De Mora que a través del más que contrastado oficio encuentra toro por donde se lo proponga. Tocando muy a tiempo para solventar “los tiritos” que le enviaba con la mirada el de Las Monjas, al que pasaportó de una estocada en buen sitio algo tendida, y que fue suficiente.
El cuarto le permitiría “disfrutar” algo más, ya que el punto de nobleza del animal invitó a que Eugenio bajara y corriera la mano con cierto gusto en varios momentos, así como echándoselo por delante en intensos pases de pecho, los cuales siempre ha interpretado el torero de Mora de manera soberbia. De nuevo el espadazo eficaz y en esta ocasión, el doble premio de apéndices a sus manos.
Curro Díaz es un torero con el que se disfruta viéndolo torear, por una expresión corporal llena de torería, de empaque, de tremenda personalidad, que lo hacen ser un torero distinto. En Torralba su actuación se basó en hacer el esfuerzo, como sus compañeros, como cualquier torero al que un toro le presenta dificultades, pero en el caso de Curro, se sufre más viéndole ejercer de profesional, porque en todo momento esperas que aparezca ese Curro hundido en el temple y en la despaciosa cadencia con la que se siente feliz haciendo el toreo. Su primero se llevó al desolladero el pulso con el que lo trató el de Linares, ya que no venía nunca metido en el engaño, con lo desconcertante que eso es para los toreros, así como frustrante, porque son comportamientos que quizá no aprecia o reconoce el público en general.
El segundo lo prendió de muy fea manera al metérsele por dentro en el recibo capotero, milagrosamente saliendo ileso, salvo una ligera cojera de la que pareció recuperado al termino del festejo. De nuevo el esfuerzo y la honradez de ponerse como si fuera otra cosa, este grandón quinto con el que se consiguió reunir al natural en momentos aislados, tal vez sin continuidad, pero dejando ese sello de belleza que define su concepto. La estocada viajó algo desprendida, poniéndole los pitones en la hombrera, saliendo trastabillado. El palco le negó la segunda oreja, con un rigor que no tuvo demasiado sentido.
Plaza de Toros de Torralba de Calatrava. Casi lleno del aforo permitido. Tarde agradable con ligera brisa que por momentos incomodó a los toreros.
Se lidiaron toros de Las Monjas, desiguales de presencia (aunque con trapío más que sobrado para Torralba) y comportamiento, destacando el primero con algo más de transmisión y el cuarto por un punto de nobleza y clase. El resto, sin el fondo de la bravura mostrado en otras ocasiones.
Eugenio de Mora, de coral y oro: Oreja y dos orejas.
Curro Díaz, de azul baratillo y oro: Oreja y oreja.
Jesus Mejías, de blanco y plata: Oreja y dos orejas.
Los tres toreros y el mayoral salieron a hombros por la puerta grande.
Crónica: Víctor Dorado Prado
Galería fotográfica: © Macarena Gallego