En la provincia de Ciudad Real, la tradición taurina goza de una salud envidiable. Matadores, novilleros y ganaderos siguen escribiendo páginas de bravura en plazas de toda España. Sin embargo, no todos los nombres reciben el mismo reconocimiento. Y a veces, el olvido duele más cuando viene desde casa.
Actualmente, en activo y centrándonos exclusivamente en los matadores de toros, figuran nombres como Víctor Puerto (que, aunque nacido fuera de la provincia, es considerado de la tierra), Aníbal Ruiz, Luis Miguel Vázquez (quien ha decidido reaparecer esta temporada por su vigésimo aniversario de alternativa), Fernando Tendero, Carlos Aranda y Antonio Linares.
Uno de esos nombres que clama justicia es el del tomellosero Antonio Linares, un torero forjado en la constancia, el sacrificio y el amor por su profesión, que a sus nueve años de alternativa aún no ha podido trenzar el paseíllo en la plaza de toros de Ciudad Real capital. Ni siquiera en un festival menor. Una situación que, a todas luces, resulta incomprensible para muchos aficionados.
Cierto es que se le ofreció actuar en el festival que se organizó con motivo del día de la provincia, pero declinó esa posibilidad para debutar como matador en corrida de toros.
Antonio Linares tomó la alternativa el 6 de agosto de 2016 en Pedro Muñoz, de manos del maestro Padilla y con Fortes como testigo. Aquella tarde cortó tres orejas y un rabo. Cientos de seguidores lo acompañaron, como ya lo habían hecho en su debut en Las Ventas como novillero, donde también dejó su impronta cortando una oreja tras una actuación valiente y arropada por numerosos autobuses llenos de paisanos.
Sin embargo, desde entonces, las oportunidades han sido escasas. Las puertas de Ciudad Real han permanecido cerradas sin una explicación clara. Ni siquiera en su propia localidad natal pudo tomar la alternativa, y en la capital no ha gozado del apoyo que sí han recibido otros compañeros de profesión.
Y no será por falta de méritos. En los últimos años, Linares ha demostrado su valía sobre el albero. En Torralba de Calatrava fue el triunfador de la feria cortando dos orejas. En Tomelloso, salvó la tarde tras la “espantá” de Morante, cortando dos apéndices. En Socuéllamos, volvió a triunfar con tres orejas. Y, sin embargo, estos triunfos no han servido para abrirle las puertas de la capital provincial.
La explicación parece ir más allá de lo estrictamente taurino. Ni Antonio ni su apoderado, Ramón, forman parte del conocido “sistema”. No se codean con los grandes despachos ni forman parte del engranaje empresarial que mueve los hilos del toreo. Ellos van por libre: el torero entrenando cada día, compaginando su vocación con un trabajo en la construcción que lo obliga a levantarse a las cinco de la mañana para desplazarse a Madrid. Y el apoderado, buscando contratos sin plegarse a nadie.
Este año, Linares estuvo inicialmente incluido en el cartel del 21 de agosto, una fecha emblemática en la feria de la Virgen del Prado. Pero todo apunta a que, por presiones o por decisiones que nadie parece querer asumir, su nombre podría desaparecer del cartel. Una vez más.
Lo más llamativo es el silencio institucional y mediático que rodea a este torero. Cuando se habla de los matadores de Ciudad Real, su nombre rara vez aparece. Ni en los discursos de representantes políticos ni en los homenajes a los toreros de la tierra. Como si no existiera.
Y, sin embargo, es el torero que más público arrastra en la provincia, allá donde torea. Sus actuaciones son sinónimo de taquilla y pasión popular. Pero ni eso parece suficiente para ganarse un sitio en la plaza que lleva años soñando pisar como matador.
¿Habrá justicia en agosto? El empresario Nacho Lloret al que le preguntamos hace semanas sobre la posibilidad de celebrar una corrida «monstruo» con los cuatro matadores en activo: Fernando Tendero, Luis Miguel Vázquez, Carlos Aranda y Antonio Linares, descartó esa posibilidad. Después, se apuntó a que Vázquez llegaba tarde por su decisión de reaparecer… pero ahora, otra vez, el eslabón más débil parece ser Antonio.
En el mundo del toro, como en la vida, no basta con merecer. También hay que entrar en el juego. Pero Linares no quiere jugar a otra cosa que no sea torear. Su ilusión sigue intacta. Sus entrenamientos diarios, tras jornadas agotadoras de trabajo, lo demuestran. Y su afición, que no lo ha dejado solo nunca, también.
Ojalá la justicia llegue en forma de contrato y paseíllo en la feria de agosto. No es una cuestión de caridad. Es, simplemente, una deuda pendiente con un torero de la tierra que se ha ganado en la arena (y fuera de ella) el derecho a torear en su casa.
Manuel del Moral Manzanares
Director de Cargando la Suerte