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Faltó bravura en la corrida de Albarreal, a excepción del segundo que permitió el triunfo de Esaú. Escribano y Mario Sotos tocan pelo en una tarde sin demasiado vuelo.

La tarde templada de primavera que lucía Bolaños de Calatrava, no tuvo reflejado en el ruedo demasiados destellos artísticos, en gran parte por el deslucido comportamiento de los astados de la vacada onubense de Albarreal. La tónica general transcurrió en los de la divisa blanca y azul, por la vía de las falsas esperanzas en los primeros tercios, ya que la corrida acometió con entrega en los capotes de recibo, para después simplemente cumplir en el peto y a raíz del tercio de banderillas comenzar a buscar excusas para irse, protestar, defenderse y en definitiva no entregarse en el último tercio, que es donde los toreros buscan los triunfos.

Manuel Escribano arrancaba hoy su temporada, con buena forma física como es tónica habitual en el torero de Gerena. Banderilleó a sus dos toros, con desigualdad en ambos, y mayores logros en las colocaciones de los pares que en las irregulares ejecuciones.

No encontró el sevillano la armonía deseada en sendos trasteos, por las escasas opciones de sus oponentes, ante un primero acobardado, a la defensiva y loco por irse. La mano del sevillano con la espada viajó por los blandos de manera fea. Con el colorado cuarto pudo enredar algo más, sin llegar a conseguir verdadero lucimiento, pero al cual pasaportó de una buena estocada, que le valdría para puntuar.

Esaú Fernandez es un torero que, a pesar de su juventud, cuenta dentro de unos días con diez años de alternativa y quizá la falta de oportunidades y lo apretado que está el cotarro alto del escalafón, hacen que su evolución se empiece a apreciar ahora. La disposición y el querer sonar de este torero nacido en Camas, se encontraron con el único animal de la corrida, el cual mantuvo una buena condición en los tres tercios. “Malhumorado” tuvo nobleza a raudales, boyantía, obediencia, incluso la clase que permite torear bien.

Esaú lo citó con un afarolado para el quite por gaoneras. En la muleta tuvo suavidad el inicio por alto, y fue midiendo las alturas de la franela, para obtener el mayor rédito de buena condición de esa “perita en dulce” que tenía delante. La estocada caída no fue impedimento para el doble trofeo. Ante el marmolillo quinto, no quedó otra que abusar de las cercanías, en un vacío capítulo sin poco más que llevarnos a la boca.

Mario Sotos trenzó su cuarto paseíllo como matador de toros y se le notaron las carencias de la falta de rodaje. Ante su primero se le vio amontonado, sin las pausas que requiere el asunto. El acople, la reunión y el entendimiento se consigue con el tiempo, pero a unos les cuesta más y a otros les cuesta menos encontrarlo, y por ahí van los tiros de porqué unos si, y porque otros no encuentran el sí.

El torero de la escuela taurina albaceteña mostró disposición y voluntad ante un deslucido lote. Con el tercero brillaron Álvaro Oliver en la brega y Candelas con los palos. Con el que cerró plaza tuvo Sotos oportunidad de ganar rodaje y experiencia, ya que en lo meramente artístico tampoco podría obtener crédito; otra vez será.

Plaza de Toros de Bolaños. Dos tercios de aforo, con el distanciamiento pertinente. Tarde templada de primavera.

Se lidiaron toros de Albarreal, de correcta presencia en lo morfológico, que no en lo referente a la integridad de sus pitones. Deslucidos en líneas generales, por el escaso fondo de bravura, a excepción del segundo, que desarrolló clase y buena condición.

Manuel Escribano, de azul rey y oro: Palmas y oreja.

Esaú Fernandez, de blanco y oro con remates negros: Dos orejas y palmas.

Mario Sotos, de blanco y oro: Oreja y palmas.

Crónica: Víctor Dorado Prado

Reportaje Fotográfico: Jesús Monroy