Cargando La Suerte

El arte sevillano que atesoran los toreros del mano a mano de hoy, se quedó en nada por las malas artes de los toros de Juan Pedro Domecq.

Sevilla tiene un color especial según dice la letra de la conocida canción de Los del Río, aunque en la tarde de hoy el color que intentaron poner los diestros del cartel, quedó en tono gris por mor de los “Juan Pedros” paisanos.

De auténtica vergüenza se podría significar la corrida que Juan Pedro Domecq ha desembarcado en la primera plaza del mundo como es la de Las Ventas del Espíritu Santo. Parece mentira que esta ganadería que abastece de sangre a gran mayoría de otras repartidas por todo el territorio nacional, tenga que ser remendada con un toro de Torrealta y sea este el que salve la tediosa tarde que hemos padecido.

Cinqueña toda la corrida, cinco años y una hierba para venir sin rematar, sin raza, sin clase, descastada, vulgar en todo, sin poder, sin querer y sin fuerza alguna. Increíble, yo ya no sé qué pensar. Hace un año sentencié, es una forma de decir, a una afamada ganadería diciendo que la llevase al matadero y se me criticó por ello, pues bien, no volveré a ser tan drástico, pero por mi parte, si lo que Juan Pedro Domecq sigue reseñando son reses para esta plaza como las que se han lidiado hoy, si no vuelve, yo lo celebraré. Aunque me temo que mi deseo quedará en un brindis al sol, volverán y volveré de nuevo a mi abono cual masoquista a sufrir, pues el veneno de ser aficionado a esto tan bonito, me va a matar a disgustos y desengaños.

Lo peor de todo es que no toda la culpa es del ganadero. Los máximos culpables son el equipo de veterinarios que permiten tal tropelía y por encima de todo los presidentes. Presidente en este caso, que hace dejación de una de las obligaciones más importantes de su competencia, como es la de defender los intereses de los que con mayor o menor esfuerzo económico pasan por taquilla. Por favor, que alguien les explique a este equipo de listos algo tan sencillo como lo que es el trapío, Madrid y el toro de aquí.

Dicho esto y después de despacharme a gusto y quedarme relajado, quiero decir que si bien muchos no llegamos a entender el verdadero sentido de un mano a mano como el de hoy y lo que se supone que debían dilucidar en el ruedo los toreros anunciados en el cartel de esta tarde, teníamos esperanzas de ver lo que estos toreros, que por otros lares dicen que paran el tiempo con su tauromaquia nos ofrecían, pero se estrellaron contra una pared. aunque eso sí, pararon el tiempo, pues tan solo dos horas y cinco minutos transcurrieron desde que dio comienzo el festejo, hasta que nos vimos en la calle, todo un record.

Juan Ortega y Pablo Aguado, sevillanos ambos fueron los que se citaron el día de hoy en el patio de cuadrillas y encabezar el paseíllo, por delante de Álvaro de la Calle que actuó como sobresaliente.

Con encornadura acapachada y sin remate  era el primero de la tarde que ya desde la salida fue muy protestado. Buen recibo por verónicas de Ortega para quitar Aguado por delantales en su turno de quites una vez que el toro pasa el trámite de varas.

Ayuda el matador al toro en los primeros compases de muleta, pero no hay quien pueda con la sosería del animal que aunque quisiera no podía con su cuerpo y empieza a parecerse en su movilidad a los toros de Guisando y de esta forma permanece, mientras Juan Ortega entra a matar, lo que consigue de media estocada al segundo intento. Silencio.

El tercero de la tarde no tiene mal aire en su tranqueo, toro de viga recta pero que, en ocasiones, no desplaza bien los cuartos traseros. Picotacito de nada en el primer encuentro con el picador de turno y mansea largándose del peto en el segundo, un paripé de tercio de varas.

Por abajo doblándose con el toro comienza Juan el tercio de muleta y el animal acusa el verse tan obligado. Mejor los inicios de los muletazos que los remates y las series deben ser muy cortas, ya que el burel amenaza con abandonar la pelea. Es con la franela en la mano izquierda, cuando se desplaza más y consiente cierta ligazón, pero las condiciones del animal hacen que el público no entre en la faena y después de machetear por la cara logra medio espadazo bien colocado y acaba con el aburrido  “Juan Pedro”. Otra vez silencio absoluto.

Esperábamos a ver si el quinto cambiaba el signo de la corrida. Un toro largo, ofensivo de pitones acodados y que se vuelve al contrario en las verónicas iniciales. No tiene fuerza el animal y encima se le castiga demasiado las dos veces que acude al caballo en el tercio de varas. El quite por tafalleras quizás haya sido lo mejor de Juan Ortega con el capote en el día de hoy.

Por ayudados por alto inicia su labor el matador en el tercio final pero al toro se contagia de lo que hace gran número de espectadores y protesta también cada vez que pasa por la franela. Aguanta Juan bien colocado y consigue algún muletazo limpio sobre todo cuando el animal viene con cierta inercia, aunque tiene mejores embroques que salidas en su recorrido. Poco más se puede hacer porque el toro no tiene ni fuerza, ni raza y no hay repercusión en los tendidos. De media estocada delantera y tres golpes de verduguillo acaba Ortega con el animal, no sin llevarse antes un recado presidencial y hasta otra ocasión Juan.

Le corresponde en primer lugar a Pablo Aguado el segundo toro de la corrida, bueno, quizás lo de toro le queda grande a ese bicho sin remate, sin cuajo, montado y que seguramente pasó el reconocimiento mientras los veterinarios se tomaban el bocadillo, porque si  no, no tiene explicación el que haya sido aprobado. Echa las manos por delante cada vez que acude al capote de Pablo Aguado y que en el caballo no hace mala pelea en su primer encuentro con el varilarguero, pero solo en el primer encuentro, pues después siempre sale con la cara por las nubes, lo que acusa también en la muleta que Aguado le ofrece en los primeros compases del último tercio. El animal no sirve para el lucimiento por lo informal de sus embestidas y el matador tira por la calle de en medio, lo que agradece el respetable y de estocada desprendida y con travesía pasaporta al animal para dar trabajo a los matarifes del desolladero. Silencio.

Marcando su esqueleto en los cuartos traseros es el segundo del lote de Pablo Aguado pero ofensivo por delante, aun así es muy protestado por el público. Pero si lo han aprobado por la mañana no lo van a devolver ahora si el animal no se cae y se cayó y siguió en el ruedo. A partir de ese momento, la gran mayoría pensó que con semejante ejemplar no tiene mérito nada de lo que se haga incluidos los quites de ambos toreros y eso que en banderillas si galopa.

Muleta en mano y sin probar inicia Aguado su faena pero el toro pierde las manos en los primeros compases, aunque consigue el torero ciertos pasajes ligados aprovechando las inercias. Con la zocata no es lo mismo, aunque de uno en uno aun saca el torero algo de lucimiento hasta que el animal se descompone y lo que apuntaba se diluye. De casi media estocada y descabello al primer intento acaba con la discordia en los tendidos y con el toro.

Cierra la corrida un toro de Torrealta más rematado que todos los de Juan Pedro juntos y eso que es bastote de hechuras. 

Luce el animal divisa de cintas negras por el fallecimiento de Doña Paloma Eulate que fuera su ganadera.

En los primeros compases de recibo torea Pablo a favor del toro y el presidente, que parece tener prisa, cambia de tercio sin que el toro haya sido parado por su matador. La pelea con el picador de turno no es la peor de toda la tarde pero tampoco nada extraordinaria, eso sí, lo hace con la cara abajo y muestra movilidad en el tercio siguiente sin llegar a tener una pujanza especial.

De manera muy torera se saca al toro hasta los medios Aguado para en series cortas posteriores conseguir cierta ligazón y limpieza de trazos. Exige el toro más de lo que muchos pensaban y es sobre la mano izquierda cuando aquello toma vuelo, pues unas series de naturales sin forzar la figura, relajado y templados hace que de las gargantas de los que ocuparon los tendidos en su totalidad salieran los rotundos y secos olés de Madrid. Prosigue la faena basada definitivamente sobre la mano izquierda y la concurrencia estalla de nuevo de forma clamorosa. 

Cuando se perfila para entrar a matar todas las miradas estaban puestas en la espada de Pablo Aguado y cuando ejecutando bien la suerte coloca un gran espadazo que tumba al toro sin puntilla afloran los pañuelos pidiendo la oreja que es concedida y paseada por el torero en una vuelta al ruedo sin apenas discrepancias, pues es considerada como una oreja de ley.

Y esto ha sido todo por hoy. Mañana vuelven los de Fuente Ymbro con una terna más que interesante e intentaré contárselo de la mejor manera posible según mi criterio.

¡Ay Juan Pedro, Juan Pedro! Tómese el tiempo que necesite para volver por aquí y señores veterinarios por favor, repasen algunas asignaturas en las que se hable del toro bravo y lo que es el trapío, el fenotipo y los encastes de procedencia, que se lo agradeceremos.   

Crónica: Tomás Mata Menchero

Foto: © Alfredo Arévalo (Plaza 1)     

Ficha del Festejo:

Hierro de Juan Pedro Domecq - EspañaHierro de Torrealta - EspañaPlaza de toros de Las Ventas, Madrid. Decimocuarto festejo de la Feria de San Isidro 2025. Lleno de ‘No hay billetes’. Toros de Juan Pedro Domecq y Torrealta (6º). 

Juan Ortega; silencio, silencio y silencio tras aviso.

Pablo Aguado; silencio, ovación y oreja.

Actuó de sobresaliente Álvaro de la Calle.

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