Cargando La Suerte

Daniel Luque con tres orejas fue el triunfador numérico de una tarde de “no hay billetes” donde Morante volvió a deleitar.

El coso de “Las Eras de Marta” `mostró un espectacular ambiente, luciendo el cartel anunciador de la esperanza, el cartel que no solo indica que no hay localidades, sino el cartel que arroja la ilusión, el futuro, el orgullo, la satisfacción, las ganas de toros, el cartel que demuestra el músculo de la fiesta, el cartel que contiene el mejor argumento para rebatir cualquier malicioso ataque a una de las raíces más gruesas de la cultura de nuestro país, esa seña de identidad por la que debemos presumir y ronear sin tapujos. El cartel de “no hay billetes” es una mano de cartas para ganar cualquier envite.

Otro tema es entrar a desgranar una tarde en la que, si el principal protagonista de la fiesta no genera la emoción ni el juego necesario, se nos tuerce el gesto a todos. Hoy el misterio de la bravura, ese que desarrolla un toro en un ruedo durante su lidia, fue el de la nula emoción, la auténtica vulgaridad y el comportamiento totalmente desrazado hasta decir basta. Incluso en su presentación se quedó por debajo de lo que una tarde de tanta expectación merece. Inevitable pensar que por ejemplo a escasos 15 minutos haya corridas preciosas de hechuras, entipadas, con orígenes de garantías y atravesando un momento dulce como puede ser el caso de la divisa de “Toros del Ojailen” (incomprensible, por mucho que me expliquen lo que me quieran explicar).

Morante abrevió pronto con el inválido primero, hecho por otra parte de agradecer a Jose Antonio. En el cuarto salió ese reflejo del rayo de sol, que hace chisporrotear el Guadalquivir a su paso por ese rincón de España, cuna de los artistas, que es La Puebla del Rio. Tras una primera parte del festejo casi infumable con los de Albarreal arruinando el espectáculo, pareció decir el genio de La Puebla, ¡hasta aquí!.

A más de uno se le atragantó la típica merienda manchega donde aparecen las viandas, los quesos, o esas “flautas” sin consideración. Morante se echó la embestida del animal por delante con tres afarolados, alguna garbosa chicuelina y una media que puso la plaza de pie, una locura. Tras el picotazo de “Aurelin” vino el quite por delantales, exquisito, firmado con una media flexionando la pierna de salida, de manera primorosa. El comienzo de la faena, midiendo, pulseando, queriendo administrar lo que fue una genial creación del sevillano. El toro como el resto, venido abajo, pero la plenitud de Morante apareció en detalles genuflexos, no se puede dar una serie de molinetes con mayor torería, apoyando una rodilla, apareciendo láminas de otra época, la divinidad de la gallardía, el primor de la torería, tan pronto se la ofrece, como se la quita, como le coge el pitón, hilvanando una obra con origen en una tauromaquia excelsa, de un trasfondo que traspasa conciencias, y exponiendo, hasta el punto de casi resultar prendido, ¡el más valiente de los artistas! El espadazo a cámara lenta, marcando los tiempos, con despaciosidad, volcándose en corto y por derecho y dejando el acero en la misma yema. Dos orejas para la plenitud de un torero de época.

Daniel Luque fue el triunfador numérico del festejo desorejando al sexto por la vía del querer, así como poner actitud y arrojo en cercanías, y ante un Almodóvar que quiere mucho a Luque. En su primero se le otorgó una oreja que el de Gerena no accedió a recoger, en un gesto que le honra como torero. Optó por dar la vuelta al ruedo. El inicio de la faena a ese tercero pareció más bien el epilogo, donde el toro pide la muerte.

Se arrancó Luque en el sexto con la larga de rodillas en el tercio, para después “montarse encima” y ponerle lo que le faltaba al de Albarreal, que era todo, como al resto de la corrida. El valor es otro de los muchos registros que contiene este torero tan querido por los almodovareños.

Miguel Ángel Perera se chocó también ante la vulgaridad de un lote que poco iba a permitir al extremeño. Además, el poder de la muleta rastrera de Perera como una de las principales virtudes de su concepto, precisamente no maridaba hoy con la flojedad de la corrida. Al natural extrajo del quinto algún meritorio trazo, llevándolo muy templado hasta donde permitía aquello. Difícil tarea esa de conseguir profundidad en los muletazos de Perera, sin poder bajar la mano ni tirar de la embestida por derecho. La espada le privó de obtener mayor premio que las palmas recibidas desde el tercio.

Crónica: Víctor Dorado Prado

Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares

Plaza de Toros de Almodóvar del Campo. Lleno de «no hay billetes» dentro del aforo permitido. Tarde muy agradable.

Se lidiaron toros de Albarreal. Vulgares de comportamiento y presencia los seis.

Morante de la Puebla, de Esperanza y oro: Silencio y dos orejas.

Miguel Ángel Perera, de verde botella y oro: Palmas y ovación.

Daniel Luque, de caña y azabache: Oreja (incomprensible) y dos orejas.

Los tres matadores abandonaron el coso de “Las Eras de Marta” por su propio pie.