Ante los astados de Loreto Charro, el de Espartinas corta cuatro orejas y sale hombros. Ortega vuelve a desintegrar los tiempos donde se sueña El Toreo. Luque toca pelo a través de la capacidad.
Quisieron las nubes cárdenas de la mañana disiparse hacia el horizonte manchego, dejando el cielo abierto, para que los tendidos de Almodóvar del Campo volvieran a lucir con esplendor y gran ambiente de toros.
La baja del cartel del genio de La Puebla del Rio (Morante de la Puebla) fue reemplazada por Borja Jiménez, quien a la postre sería el triunfador numérico del festejo.
La corrida lidiada por el hierro salmantino de Dña. Maria Loreto Charro (Procedencia El Torreón y Garcigrande) tuvo condiciones favorables hacia la terna, como el fondo de nobleza o la obediencia. Y tuvo otras connotaciones de menor virtud, como fueron la falta de poder, la escasez de transmisión y la abstraída fijeza, siendo este matiz el que dificultó en gran medida lo realizado en los primeros tercios.
Destacó “Fandango” en quinto lugar, por su comportamiento de bravo y sus matices de clase y ritmo, y quiso Dios, quizá ese Dios trianero de la trianera calle Pureza, que le correspondiera en suerte a Juan Ortega. Se quiso parar en los inicios sin romper y generando la duda, esa que con el desigual devenir de la tarde no hacía presagiar grandes logros. El percal de Jorge Fuentes lo lanceó de manera limpia, en pro del orden y confianza en los trazos que posteriormente le brindaría a Ortega para realizar su obra.
Y a partir del primer ayudado por alto de Juan Ortega, el coso de Almodóvar del Campo se transformó en un templo sagrado de belleza y reunión, en un imperio renacentista donde se desintegran los tiempos de la ejecución. A dos manos cinceló el trianero los comienzos y los finales, a dos manos como abraza El Señor de Sevilla su Cruz, con la misma dulzura y el mismo trasfondo de entrega por todos nosotros. Tomó el palillo de la muleta con la mano izquierda para esculpir y tallar El Toreo y para dormir a “Fandango” en un sueño eterno que quedará en los corazones de los presentes. Hasta sobró el pasodoble “Puerta Grande” (pésima elección) es más, diría que molestó. El primor del momento invitaba al silencio, como aquella “Música callada del Toreo” a Rafael de Paula, aquella que Bergamín desgranó como secreta, muda e interior.
Se cambió la muleta de mano es uno de los muchos detalles excelsos, para que apareciera Gallito en el molinete, o Pepe Luis en el cite de frente que comenzaba a ser epílogo. Ya sin música, tras coger el acero, revolotearon los vencejos de La Maestranza, los que van y vienen del Giraldillo hasta el Guadalquivir, los mismos que le vieron hacer la faena del año en Sevilla, rememorando aquel instante. ¡Vamonos! le dijo Ortega a “Fandango” pasándolo de nuevo por alto de manera imperial, acompañando con todo el peso de su gravedad, para después perfilarse y dejar un par de pinchazos como antesala a la estocada. Ya daba igual, la obra estaba ahí, y la esencia de su toreo también, así como la gran categoría de “Fandango”.
Al que hizo segundo, Ortega lo cuajó con el capote, tras recibirlo flexionando la pierna de salida en el más bello sometimiento, para después ofrecer a la galería un esplendido ramillete de verónicas. Tras el simulacro de la suerte de varas, quitó por “Chicuelo” con ese aire tan singular. Con la muleta hubo pasajes importantes al natural y un surtido de detalles de otros tiempos, detalles con aromas tan caros como exclusivos. Lo de Juan Ortega mire usted, es otra historia. Los grandiosos volapiés realizados en Bilbao o Albacete (por citar dos citas más que relevantes) hoy se tornaron en pinchazos, porque así lo quisieron los caprichos del destino, pero vuelvo a decir que fue lo de menos porque lo de Juan Ortega mire usted, le vuelvo a repetir, que es otra historia.
Borja Jiménez prosigue por la senda del triunfo y hoy justificó de sobra su comparecencia por la vía de la sustitución, demostrando que es uno de los Toreros llamados a ocupar los puestos en las grandes ferias. Tiene mucho poder, capacidad y ante todo “la hierba en la boca” para pisar con autoridad los terrenos que queman. Empujó hacia delante a su primero, poniéndole el de Espartinas todo lo que allí faltaba. Una estocada muy baja no debió ser merecedora del segundo trofeo, un hecho (entre otros) que Almodóvar debe contemplar si quiere darle esa “mijita” de categoría a su plaza. Con el sexto quizá debió bajar el volumen de su ambición, llegando a resultar algo brusco su trasteo, por aquello del ímpetu por redondear su tarde. Quizá la presión que requiere su estatus actual, la ansiedad de triunfos, sumado a las “intensas y constantes indicaciones” de su apoderado, sean los motivos. Volvió a desorejar a su oponente sin volver a resultar relevante su perfectible manera de realizar la suerte suprema.
El muy querido y admirado por los almodovareños Daniel Luque tuvo que vérselas con el lote más deslucido del encierro de Loreto Charro. El de Gerena tiró de capacidad ante su primero, pasaportándolo muy por encima de su condición, y matándolo por arriba. El cuarto fue el más vulgar de los seis, y con el que Luque tan solo pudo demostrar la profesionalidad y gran firmeza que posee.
Crónica: Víctor Dorado Prado
Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares
Plaza de Toros de Almodóvar del Campo. Más de tres cuartos de entrada en tarde agradable.
Se lidiaron toros de Dña. Maria Loreto Charro, bien presentados y finos de hechuras. Destacó el quinto, de gran categoría en su forma de embestir. Segundo y tercero ofrecieron opciones en la muleta sin apenas ser castigados en varas y el sexto tuvo mayor transmisión. Primero y sobre todo el cuarto, los más deslucidos.
Daniel Luque, de buganvilla y oro: Oreja y ovación con saludos.
Juan Ortega, de tabaco y oro: Ovación con saludos y oreja
Borja Jiménez, de blanco y plata: Dos orejas en ambos.
Borja Jiménez salió a hombros por la puerta grande.
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