Cargando La Suerte

Decepcionante encierro de Adolfo Martín en la última de feria. Quien iba a pensar que la ley de murphy se cumpliría con “los Adolfos”.

Se podría haber cocinado carne a la piedra en los asientos de los tendidos de haber encontrado uno vacío, pero no había ninguno ya que de nuevo se colocó el cartel de “No hay billetes”. Y es que la corrida tenía mucho interés, no solo por la terna de matadores anunciados, sino también por los toros santacolomeños por la vía del Marqués de Albaserrada de la ganadería titular de la tarde pertenecientes a Adolfo Martín.

De todos es conocido que donde estén los cárdenos del encaste Santa Coloma, siempre se espera ver algo distinto por las dificultades que plantean, cuando tienen aviesas intenciones o por su entrega y clase cuando embisten arrastrando el hocico de rata tan característico en su morfología.

Eso es lo que cabía esperar en la tarde de hoy pero nada más alejado de la realidad, pues con el permiso de ustedes, yo no voy a decir que si malos de presentación, que si lo fueron, faltos de remate y trapío, que también, de una flojedad extrema, que también, sin entrega, sin pujanza, sin raza, deslucidos, vacíos por dentro, que todo eso también, con aspecto de enfermizos, con mucha casta pero de la mala, y así es imposible. Tan solo el sexto de la tarde nos hizo estar pendientes de lo que pasaba en el ruedo y eso que ya llevábamos más de dos horas y media de festejo. Y digo que se salvó solo el sexto de la tarde, porque fue el único que hizo cosas lo más parecidas a lo que se puede esperar de estos “grises”, pero en lo malo, pues era un barrabás de mucho cuidado.

Si yo tuviera que calificar con dos palabras lo que ha sido la corrida de esta tarde en lo que a toros se refiere lo tendría clarísimo “asquerosa y podrida”.

Ni siquiera el sobrero de Martín Lorca que sustituyó al que hizo cuarto, que se nos murió en el ruedo como pasó ayer con el del Conde de Mayalde, nos dio la más mínima alegría.

Tres experimentados matadores en este tipo de lides se iban a enfrentar a lo que saliera de chiqueros sin imaginar lo que les esperaba, siendo estos el balear de Buñola Antonio Ferrera, el madrileño Fernando Robleño que se despedía de la afición de Madrid al ser este el último San Isidro de su dilatada carrera y Manuel Escribano natural de Gerena (Sevilla).

Suenan clarines y timbales para que salga al ruedo un toro basto de hechuras que sale abanto al que Antonio Ferrera somete hasta pararlo con su capote de poco apresto y de color azul, que no me gusta mucho que digamos, pero que él maneja de forma habitual. No hace el animal mala pelea en el tercio de varas empujando con la cara abajo. Apenas muestra un trotecito en el segundo tercio.

En el centro del ruedo brinda Ferrera su faena a Fernando Robleño y cuando se queda solo con el toro, este hace gala de su escasa fuerza, pero el torero a base de mucho temple y conocimiento consigue algunos muletazos a pesar de la desgana con que el animal acude a los cites. Demuestra el matador sus conocimientos y oficio en este tipo de situaciones ganando y perdiendo pasos para intentar llevar al toro más largo, pero no es suficiente como para alcanzar el lucimiento deseado. Se queda a merced del toro Antonio al caer al suelo cuando resbala la espada por pinchar en una banderilla en el primer intento de ejecutar la suerte suprema, pero afortunadamente todo queda en el susto. Estocada trasera de efecto fulminante en el segundo intento. Ovación.

El cuarto de la tarde es devuelto por su manifiesta inmovilidad enfermiza después de su paso por el caballo. Encogido el animal no se mueve, ni los esfuerzos de los mansos de Florito consiguen que el toro de un paso. Lo intenta llevar Ferrera hasta las proximidades de la puerta de toriles, el toro se echa y hay que apuntillarle. Vergonzoso.

Sale como cuarto bis un toro corraleado de Martín Lorca, no en vano ha estado anunciado como sobrero varias tardes. Es este un toro feo y con dos partes diferentes de cuerpo, desarrollado el tercio delantero y sin remate atrás que mansea desde que apareció y así llega a la muleta.

Imposible hacer nada que merezca la pena a pesar de que Antonio Ferrera trata de sacar agua de donde no la hay y se alarga demasiado en esa labor. Con media espada caída finiquita el matador su actuación. Silencio.

Sin trapío y con poca apariencia de toro es el primero del lote de Fernando Robleño, quien no puede lucirse con el capote por como aprieta hacia adentro el de Adolfo Martín. Sin pena ni gloria pasan los dos primeros tercios y ya con la muleta en la mano, Fernando pasa a media altura las primeras embestidas del animal para continuar colocando la muleta atrasada y con toques muy suaves intentando que el burel pase en recorrido más largo, lo que a veces consigue, pero el animal repone y vuelve sobre las manos después de los dos primeros muletazos y lo que son las cosas del destino, este torero que ha perdido faenas importantes por el mal uso de la espada, a este toro que no le ha permitido nada, le mete un “estocadón” espectacular y digno de tener en cuenta para premio. Silencio.

Arranca una ovación, en la zona donde yo disfruto de mi abono, a Fernando Robleño en señal de reconocimiento por toda su trayectoria torera en esta plaza, su plaza, ya que se iba a enfrentar al último toro de su última feria de San Isidro según él había anunciado. 

Sale el torero a recibir esa ovación al tercio.

Da la orden al torilero para que abra el portón de los sustos y aparece un toro con cara de vaca y falto de remate, aunque de hechuras finas, que acude con más genio que bravura al capote que le presenta el madrileño. En varas empuja el animal pero los puyazos caen demasiado traseros.

Pasa el tercio de banderillas y muleta en mano se va el matador decidido a la cara del toro. Soba al animal tratando de descubrir algo que es difícil que llegue, aunque mediada la faena y aprovechando los viajes hacia adentro del animal, consigue Fernando algunos pasajes interesantes templando sobre la mano izquierda ayudándose con la espada. Voluntad y esfuerzo no regatea Robleño para poder aprovechar los viajes que el toro tiene en dirección a las tablas, más dificultoso es cuando los desplazamientos del animal son en dirección contraria. Salen pañuelos al aire cuando después de recibir un aviso acaba Fernando Robleño con el toro de estocada casi entera en buen sitio. Cariñosísima vuelta al ruedo. 

Protestado de salida es el toro que en primer lugar le corresponde a Manuel Escribano pues no tiene apariencia de toro por su expresión y además en los lances de recibo del diestro sevillano acusa su falta de fuerza. En el caballo se limita a estar debajo del peto sin más y cuando se hace cargo el matador de efectuar el mismo el tercio de banderillas, uno de los palitroques del primer par entra en el hueco de uno de los puyazos, el tercio no es muy brillante que digamos pues no hay ajuste en las reuniones.

No se avista nada importante en el último tercio pues la condición del toro y su falta de fuerzas hacen albergar pocas esperanzas. Escribano lo intenta de todas las formas posibles pero el animal nunca sobrepasa en sus viajes la figura del torero y la gente no echa mucha cuenta a lo que allí sucede y eso que él está firme y seguro pero no transciende su labor.

Pinchazo, aviso y estocada en los bajos pone fin a la faena. Silencio.

Con decisión se va el diestro de Gerena a la puerta de toriles a recibir de rodillas al cierraplaza y solventa el trance con soltura y limpieza para seguir con verónicas que el toro no acepta de buen grado y acomete rebrincado.

Acude con prontitud al picador en el tercio de puyas pero apenas se emplea en el peto.

De nuevo se hace cargo del segundo tercio Escribano pero tampoco consigue que la cosa sea como para mención especial, tan solo reseñar que a la salida del segundo par el animal hace hilo con el torero y este resbala en el estribo de las tablas al coger el olivo y se estrella bruscamente contra las tablas y es una toalla desde el callejón y Antonio Ferrera, muy atento durante toda la tarde como director de lidia, el primero que capote en mano realiza el quite a su compañero.

Por doblones inicia el matador su labor muletera, pero el animal no tarda mucho en orientarse y busca constantemente al que mueve el engaño. Mucho riesgo tiene lo que haga el diestro a esta alimaña que le hace tragar quina y vaciarle los pulmones al sevillano que no deja de tragar jugándosela ante semejante ejemplar. Por eso todo el mundo respiró cuando, después de un recado presidencial, Manuel Escribano acertó a colocar la estocada definitiva al primer intento. Ovación.

Y aquí se acabó la historia de la tarde de hoy. Tres toreros que trabajaron a destajo ante unos impresentables animales de Adolfo Martín.

Mañana se celebrará la extraordinaria corrida de La Beneficencia con un cartel de lujo y seguramente con la presencia de S.M. El Rey y yo trataré de estar aquí, cual torero en una encerrona, para contárselo como si pidiera el sobrero, pues la feria de San Isidro ha finalizado.

Hasta mañana si Dios quiere.

Crónica: Tomás Mata Menchero

Foto: © Alfredo Arévalo (Plaza 1) 

Ficha del Festejo:

Hierro de Adolfo Martín - España Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Vigesimosexto festejo de la Feria de San Isidro 2025. Lleno de ‘No hay billetes’ de entrada. Toros de Adolfo Martín. El cuarto lugar se lidió un sobrero de Martín Lorca.

Antonio Ferrera; ovación tras aviso y silencio.

Fernando Robleño;  silencio y vuelta al ruedo tras aviso.

Manuel Escribano;  silencio y ovación.

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